Hoy voy
a hablarles de la obra de Darío Urzay (Bilbao, 1958) y de la materialización de
lo digital, un trabajo síntesis de fotografía, pintura y ordenador. Urzay
utiliza esta tecnología como una extensión de su mano para crear formas abstractas,
que sugieren miradas microscópicas o macroscópicas. A lo lejos sus cuadros
parecen galaxias, pero de cerca, se
asemejan a fragmentos anatómicos vistos en un laboratorio.
Darío
Urzay hace visible lo invisible, creando formas en la pantalla del ordenador
que luego, una vez impresas las trata con óleo, resinas y pigmentos. La
estructura formal es manejada con una sutil pureza, construida a partir de
estructuras primarias y formas elementales, en un orden que nunca está cerrado,
más bien en constante diálogo e imprevisto desplazamiento, en encuentros
dislocados, en vías sin fin… Sólo el silencio al que invita esta pintura es
sustituido por el ruido del ventilador del ordenador y practica la acumulación
de capas en la representación.
Las formas
y el espacio se integran en sus pinturas de tal forma que dan lugar a una estructura
etérea, evanescente, sin peso, como si se tratase de un gas que fluctúa en el
espacio, apareciendo y desapareciendo, gracias a una energía que los va
liberando. Esta libertad es la que me sugieren sus cuadros, unas piezas
híbridas en forma y contenido, de un artista que se ha movido por el
hiperrealismo, la abstracción, el surrealismo y estados de conciencia más
elevados como el misticismo y la psicodelia, pero con un lenguaje personal que
lo hace único.
No
podemos pretender que una exposición en una galería, y sobre todo de pequeñas
dimensiones, dé cumplida cuenta del perfume de un artista que, por esencia es
amplia.
Gerhard
Richter lleva cinco décadas de experimentación artística y dice: “Juzgamos y
creamos una sola verdad desde la exclusión de otras. No hay verdad absoluta.
Por eso buscamos siempre a través de lo superficial”.
Darío
Urzay
Galeria
Maior
Carrer
de Can Sales, 10 (Palma)
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